Momento

"Un momento",
golpearon sus labios en mi cuello,
sembrando una tormenta con su aliento;
todavía recuerdo su voz,
afable y llena de intensidad,
agradable al oído
como un violín en las manos de un dios;
su perfume fresco como campiña de verano,
frente a un puerto, frente al mediterráneo.

Mi mente se volvió el eco de su palpitar,
y mi corazón avivó su agitación,
temblando, temeroso por salirse del pecho;
entonces fuimos prima donna y tenor,
estrellas de un exclusivo concierto,
cantando a todo pulmón bajo nuestro viejo lecho.

Mi voz se rompía en sus labios,
ahogada en las curvas de sus gestos
y como las olas me quebraba sobre su pecho,
allí indefensa en espera de una tragedia, a su merced,
a punto de hundirme en las profundidades de sus brazos.

Nació el caos en mi cuerpo
cuando sus palabras bajaron a mis caderas;
sus manos, como electricidad,
quemaban cada centímetro de mi piel,
afuera una tormenta; adentro puro placer.

"Un momento..." repitió,
pero sus labios entonaron dolor,
"ya no habrá ningún momento...",
suspiraba mientras sus dedos golpeaban mis mejillas
como si yo fuera una pobre e inocente niña.

"Te amo" le besé con lentitud,
y él respondió con una suave línea en su rostro
llena de culpa pero de la más grata ilusión.

Allí sobre la cama,
con el reloj marcando las dos,
y el más delicioso vino en la boca,
partí a buscarle con una almohada por navío,
sobre el horizonte, bajo el sol de estío,
lejos, muy lejos del carnaval de la vida...